domingo, 23 de junio de 2013

La Radio de Antofagasta

..."Sin embargo allí está, en un rincón de la casa, dignamente con su forma poco común, esperando emitir nuevamente música para mis oídos"...
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Hace mucho pero mucho tiempo atrás, más o menos el año 2004, partí por segunda vez en mi vida hacia Antofagasta.   La primera vez fue el verano del 92, mi primer verano como estudiante universitario.  Tuve la oportunidad de conocer la ciudad, el balneario de Juan López y otros lugares gracias a una Tía que por ese entonces vivía allí.     Quedé encantado con el Norte, el misterioso desierto, y con ese calor que no acepta mayores descripciones.  Sólo calor.

Así que el 2004 partí en Bus por trabajo.   Estuve un año completo y fue fantástico ya que vivía a unas seis o  siete cuadras de mi oficina, y a sólo dos cuadras de la playa.  Entonces mi rutina de Lunes a Viernes, era más o menos como sigue:    Despertaba temprano, tomaba desayuno en la terraza de la Cabaña que arrendaba, mirando el Mar,  recibiendo ese aroma y aire fresco marino. Después, a pie hacia la oficina.  Ésas seis o siete cuadras, las hacía de muy buena gana, se veían cosas increíbles para mi, como personas, buses de dos pisos, vehículos todo terreno, camiones de la minería, ruedas gigantes, mujeres, etcétera, pero todo adornado por el mar, en ese momento hacia mi lado derecho.      ¡Ahh, eso si!  lo mejor, lejos lo mejor del día, era el regreso por las tardes:   al llegar, en vez de tomar once, me colocaba mi traje de baño (con un bolsillo especial para guardar la copia de la llave de la cabaña), polera, toalla, sandalias, y partía a la playa.   Y allí estaba, nadando por alrededor de una hora.  Al comienzo (verano), estuve bastante acompañado, muchas personas, familias enteras y la mirada de los viajeros que pasaban en buses interurbanos, o venían desde el Aeropuerto.   Pero al pasar los meses, me fui quedando solo hasta ser el único en el agua.   Y allí estaba, nuevamente, nadando ante la extraña mirada de todas las personas que por allí pasaban.  Pasó el invierno y regresé a mi tierra.-

 En medio de todo esto, si bien es cierto tenía televisión por cable, no tenía música:   mis discos los dejé en casa de mis padres, y comencé a buscar una radio adecuada, algo diferente, no muy grande, pero con potencia ( ya que me gusta escuchar la música fuerte ).  

Fue asi como un día de vagabundeo por la Zona Franca de Iquique, la encontré:  allí estaba ella mirándome, como diciendo: -"Llévame, soy lo que necesitas"-    Se trataba de una extraña radio Sony, color plata.  Pequeña pero potente, y con una inusual forma de colocar los discos. Era algo así como un recuerdo, homenaje tal vez, a las ya inexistentes radio con cassettes. En un impulso absolutamente inconsciente, la compré y la llevé a mi cabaña.-

Ciertamente cumplió todas mis expectativas,  así que comencé a comprar nuevos discos compactos, hasta hacerme una pequeña colección. Por allí desfilaron nombres tales como: George Harrison, La Ley, Tchaikovsky, Eric Clapton, por mencionar algunos.-

Y esa es la historia de mi radio de Antofagasta.... aunque hay algo más, una historia oscura, extraña pero común.  Yo diría que algo absolutamente común pero divertido.   ¿Quieren saber?


El extraño caso del Disco Compacto.


..."La víctima yacía semidesnuda sobre su cama, boca abajo, el computador portátil encendido por su lado izquierdo, la cama absolutamente desordenada, la radio encendida pero sin emitir música.  Algo llamó mi atención, el disco que estaba en su mano derecha:  era sólo una carátula, y él la sostenía como si quisiera evitar que se la quitaran.    Nadie pudo explicar esta escena.  Testigos lo vieron bajarse desde un Taxi, por alrededor de las cuatro de la madrugada.  Otros, lo vieron almorzando en el Mercado de Antofagasta"...    


Parece el extracto de una novela negra, pero no lo es.   En realidad la víctima fui yo.    ¿Y mi agresor?   Nada más ni nada menos que yo mismo.    Es que ese día caí en un extraño estado alcohólico tal vez producto de la rutina semanal, o por simple rebeldía.. con el mundo.-

Eso si, hay que decir algunas cosas antes de contar la verdad de los hechos.   Hacía una semana atrás (más o menos), estuve en Iquique, en la Zona Franca.  Allí, además de haber ido a la playa y hacer otras actividades que no puedo contar aquí, adquirí mi Radio y además una linda y hermosa casaca de mezclilla.  Me gusta la mezclilla, además me trae recuerdos de mi adolescencia y de cierta casaca que usé en el Sur de Chile, durante la Gira de Estudios.   Nunca imaginé que la casaca de reemplazo correría similar suerte que esta recién comprada.-

Y ahora los hechos:   era un día Sábado, ese fin de semana no fui a Iquique asi que decidí disfrutar de las bondades de Antofagasta.  Un buen paseo por la costanera, el disfrutar de la energía de la gente.  El mercado.. ¡ahh qué lugar!   Un mercado con mística  e historia.   Por ésos días, al contrario de hoy, no me gustaba mucho el pescado (¡qué leso!), pero igual decidí ir por un buen pescado (¿Una reineta tal vez? no lo recuerdo).   En fin, hasta allí no más mis recuerdos,   así que debo deducir lo que sucedió.

¿Se lo imaginan?

¡Ohh sorpresa!   El sol comenzó acariciando mi cara desde temprano, asomándose por la ventana... dolor de cabeza, mi cara enterrada en la cama... desorden, caos.   Comienzo a reaccionar, a despertar,   semi desnudo, mi mano izquierda sobre el teclado de mi computadora, encendida y mostrando fotos.  En mi mano derecha, una bolsa de una tienda comercial.      Una vez que logré ponerme en pie, vi el caos en que se había convertido mi cañaba... todo en el suelo, mi guitarra en el suelo, era un caos... y lo peor, vendría después:  mi casaca nueva, convertida en un Dique para contener agua...  agua no muy limpia.-

¿Y la bolsa?  contenía un Disco.. y una boleta:  se trataba de la banda sonora de la última película de James Bond (película que había id a ver con mi hermano cuando me visitó en Antofagasta).  ¿Cómo llegó allí?

El almuerzo se alargó más de lo pensado,    de seguro lo acompañé con un buen vino blanco.   Al terminar debo haber ido a cierta tienda comercial y haberme topado con ese disco.   Dicen que me vieron por la noche en un Pub de la Zona Sur.  No lo recuerdo.   De hecho, recuerdo absolutamente nada, nada de nada.-

El despertar fue doloroso y traumático, y además no sólo tuve que limpiar, sino dármelas de fontanero (para asi evitar que los dueños de la Cabaña se dieran cuenta del desastre).-

¿Y el disco?  Efectivamente lo compré, y el recibo daba como hora las 20.30  o sea salí al mediodía para regresar a mi cabaña durante la madrugada del Domingo.-

Ese disco, junto a esa radio, me acompañaron el resto de mi estadía en Antofagasta.  Gracias a ese disco comencé sin querer una colección de bandas sonoras de películas de James Bond.  En la actualidad la radio funciona muy bien, no así su reproductor de discos.  Sin embargo allí está, en un rincón de la casa, dignamente con su forma poco común, esperando emitir nuevamente música para mis oídos.-